Artículo originalmente publicado en Ludología BCN en abril de 2016

Escucho esta frase muy a menudo, en boca de padres que consideran que sus hijos están demasiado tiempo delante de la pantalla. Suele ser una especie de consuelo: el niño juega mucho, pero al menos tiene una vocación, y eso de los videojuegos suena como a algo que puede dar dinero honrado, como todo lo relacionado con la informática, sea lo que sea eso.

También se da el caso de chavales (y alguna chavala, pero muy poquitas) que me dicen que quieren dedicarse a los videojuegos, lo cual es una cosa excelente, si no fuera porque la conversación gira sobre lo bien que se lo pasan en el GTA, su genial death/kill ratio u otras palabrejas del diccionario jugón.

A ambos, entonces les digo que comer pizzas no te hace chef.

“Voy a aprender a hacer una redondificación de harina, tomate y pimiento”

Es verdad que la industria de los videojuegos va a crecer. De hecho, ya mueve más dinero que la del cine y de la música juntas. Van a hacer falta profesionales de todas las ramas, gente con talento, creatividad y… (¡lo siento chicos!) conocimientos. Jugar y jugar no hará a nadie profesional de los videojuegos. Ni siquiera te hará jugador de competición, ni youtuber, ni betatester (probador de videojuegos).

Jugar ya es algo maravilloso en sí mismo, no necesita ulterior justificación. Si un niño o niña quiere dedicarse a los videojuegos, hay que decirle que saber jugar no es saber de juegos. Saber jugar es adaptarse a un interfaz que alguien ha hecho, seguir una historia que alguien ha escrito, comprender las reglas que alguien ha diseñado en el mundo que alguien ha creado. Todos esos alguien (y son muchos) sí se dedican a los videojuegos. El jugador, no.

Sin embargo, esa pasión por los videojuegos puede ser un resorte magnífico para motivarle en sus estudios: los videojuegos son un arte multidisciplinar por lo que ninguna asignatura queda fuera de lugar.

Y hay que aprender inglés. Pero inglés de verdad, del de ir por el mundo y hablar de cualquier cosa con cualquiera. No hay que conformarse con el de la escuela.

Hay tantas cosas que no han cambiado en los últimos 30 años…

Habrá quien me diga que si el Rubius, que si el Vegeta, que si el Willyrex. Pero los niños deben entender que esa gente se subió a la ola desde el principio y tienen guiones, ayudantes, una productora. Los que vengan detrás, tendrán que currar.

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