Este artículo fue originalmente publicado en junio de 2010 en Albedrío.

Primero, limita el acceso al recinto con armas blancas. Ante la duda, por ejemplo un machete de supervivencia de la brigada aerotransportada, di que no. A la derecha tienes otros ejemplos. Si no, te puedes guiar por las normas de los aeropuertos.

Esa es la parte difícil. La fácil, que es dar el discurso en sí, podemos resumirla en los breves puntos que presentamos a continuación.

Ten un plan. Puede ser un plan sencillo, del tipo “voy a redactar un discurso, lo voy a ensayar y lo voy a dar” o algo más complejo tipo “voy a redactar un discurso bien, lo voy a ensayar bien y lo voy a dar bien”

– La adrenalina te quiere: sirve para huir de un león o para enfrentarse a él. Abrázala, pero no dejes que te posea. 
Créeme, tu cuerpo quiere ayudarte, sólo que es algo torpe para según qué cosas, sobre todo cuando se siente realmente amenazado por una amenaza ficticia.

– Tu amigo invisible: los primeros párrafos han de servirte para ganar confianza, afianzar tu posición en el estrado y generar inercia verbal. Busca a tu amigo invisible, que estará en medio de la última fila, que es adonde has de mirar para no mirar a ningún lado pero dar la sensación que sí. Luego, gracias a la adrenalina, ya te verás capaz de posar tu férrea mirada sobre los ojos de la plebe. En cualquier caso, si tu amigo invisible te habla, visita a un profesional de la salud mental.

– Estructura: mientras practicas un discurso irrebatible, inexorable e ineludible como paso previo a la dominación mundial, conténtate con empezar con un mensaje claro, desarrollar los varios argumentos que lo defiendan y cerrar con ese mismo mensaje.
Ello dará a tu discurso un irresistible aroma palindrómico a la vez que será el semáforo verde a una merecida ovación.

– Ten humor: el humor no debe ser tu último recurso. Si parece que estás leyendo un panegírico y dices “sé que están ahí porque les oigo respirar”, puedes conseguir que el respetable se ría, pero no por ello te habrán hecho caso hasta el momento. Puesto que tú ya sabes cuales son las partes más densas del texto, adelántate a ellas y preséntalas con alegría: “ahora viene la parte que más le gusta a los niños, que es la de irse a dormir temprano” o “escribí esta parte pensando en vosotros, y parecerá un accidente”.

Y nada de chistes sobre minorías. La posibilidad de que en el público haya un camboyano sefardí se eleva a un 100% si cuentas el chiste del camboyano sefardí que iba por el desierto y

Dar un discurso versus pronunciar un discurso: los discursos se dan. Lo traes preparadito y envuelto para regalo. Al acabar, tu público se lo lleva puesto. Piensa que si sólo pronuncias algo, ello puede malvocalizarse y escucharse mal, u oírse bien pero entenderse peor. Gestálticamente, tu discurso ha de ser más que la suma de él y tú.

Retroaliméntate (feedback): intenta pedir opiniones, delicadamente y con confianza, tanto en caliente como al día siguiente. Aquí muestro un baremo que espero te sea útil:

“Qué pedazo de mierda”, “ojalá te mueras” y “voy a buscarte la ruina” son diferentes formas de indicarte uno o varios aspectos a mejorar. Pídele al interlocutor que matice esos bemoles para mejorar la próxima partitura.

“Puff” o “buff” o “pché” o “mmm”, indican vergüenza de reconocer que has estado soberbio y majestuoso.

“¡Es lo mejor que he visto en mi vida!” o “¡Ha cambiado mi percepción de la cosmogonía y te considero un demiurgo de la oratoria!”…sospechoso. Asegúrate de que no lleva un arma blanca encima, no sea que hayas fallado en el primer punto a seguir.


Muchas gracias. 


(ovación)

Nadie salió herido durante el evento, pero un camboyano sefardí abandonó enojado el auditorio

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