y pq kres q ls jovenes eskribn así

Siempre es la misma historia: una vez cada tanto se cuela en tu bandeja de entrada un correo de un príncipe nigeriano pidiendo tu ayuda para cobrar una herencia y está dispuesto a darte un porcentaje suculento a cambio de tu colaboración. El mensaje está escrito en un inglés o español zarrapastroso, sabes que es un ardid y sin mucho ritual lo marcas como correo no deseado y te olvidas de él.

A veces el príncipe nigeriano se pone creativo y muta en la hija de un empresario brasileño o la amante de un general ucraniano y en vez de por correo se pone en contacto contigo vía Facebook, pidiendo intercambiar fotos porque está aburrida. El mensaje está escrito en una birria de inglés o español y su despampanante foto de perfil será robada de algún lugar. Detectas la cancamusa y reportas o archivas el mensaje.

En algún momento, quizá en la cena de Nochebuena, tu cuñado y tú llegáis a la conclusión que estos estafadores de Internet son muy tontos por hacer faltas de ortografía evidentes y que aunque nunca caeríais en un fraude tan obvio, si esa gente se tomara la molestia de pasar el corrector al menos os haría dudar.

Incluso, en un alarde de conocimiento internáutico, haréis unas mates ficticias para ver que enviar correos es gratuito y que todo consiste en enviar suficientes correos automatizados. A más correos enviados, más pardillos que pican. Incluso aunque la proporción sea minúscula, todo es cuestión de enviar más y más correos.

Sin daros cuenta, habréis vuelto al principio. Si el texto no tuviera faltas, haría falta enviar menos correos para obtener el mismo resultado, o picaría más gente enviando la misma cantidad de correos.

¿La única solución posible es que los embaucadores son tontos y los embaucados más tontos aún, verdad?

La respuesta a esta paradoja es “no”.

Tu cuñado y tú no deberíais caer en una trampa tan burda como el príncipe nigeriano, en ninguna de sus variantes. Pero al no caer en ella, estáis colaborando. Al no responder, tu cuenta queda marcada como no apta, y no volverá a estarlo hasta que no pase cierto tiempo o sea atacada por una base de datos distinta. Quiere decir que tú, que ves las faltas, tampoco serás susceptible de enviar dinero a un destino incierto, así que la criba se realiza desde el primer momento.

Este sencillo sistema de incluir faltas absurdas actúa como un verdadero cedazo que elimina a todos aquellos que no son propensos de caer en el fraude. Si no ves las faltas o crees que es normal que un nigeriano o una brasileña las haga porque no sabe usar un corrector, tienes más números de ser un analfabeto digital. Quizá sea un señor o señora mayor, alguien con poca o nula formación o alguien cegado por el prejuicio.

La segunda parte de cualquier timo es la ambición o la curiosidad del timado. Cualquiera de las dos se demuestra simplemente respondiendo al mensaje.

Recapitulemos. Si el mensaje no tuviera faltas, ¿lo respondería más gente?
Sí, pero haría falta otro mensaje para filtrar los que seguramente verán el engaño de los que no. De esta manera, hay una probabilidad superior de que aquellos que respondan sean susceptibles al timo y, por lo tanto, dignos del tiempo del timador.


Siguiendo con el tema de las faltas y cumpliendo mi promesa del titular, t aqrds d sto? Olvídate de pensar que los jóvenes eran unos vagos despreocupados del sacrosanto lenguaje. Simplemente recuerda que enviar un SMS valía 25 pesetas y tenía un límite de 160 caracteres.

Escribir de forma abreviada no era desprecio por el lenguaje, sino la comprensión ulterior de que el lenguaje tiene como función transmitir un mensaje entre un emisor y un receptor a través de un canal. Si el canal pone condiciones, el lenguaje se adapta. Aprendiste esto en EGB.

El lenguaje abreviado fue una solución al corsé de un canal. Curiosamente, la misma generación que impuso ese corsé cobrando un precio desorbitado por algo que no tenía coste es la misma generación que luego les culpó por adaptarse a esas condiciones.

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